Relaciones tóxicas en el mundo de las series
¿Cómo aprendemos a sentir, a entender lo que sentimos? ¿Cómo somos capaces de expresar nuestras emociones, las más básicas pero también las más complejas? La respuesta es más sencilla de lo que parece: a través del ejemplo. Vivimos en sociedad y vamos aprendiendo, poco a poco, a cómo comportarnos en cualquier ambiente observando precisamente a los demás. Hay algunas emociones que ya nos traen sus propias acciones de fábrica, como llorar de dolor o sonreír de pura alegría. Pero hay sentimientos que pueden ser muy complejos de entender, y el amor es uno de ellos. Siempre se ha dicho que es mucho más fácil odiar que amar, porque lo primero nos sale solo y no tenemos que darle tantas vueltas como a lo segundo.
Nacemos llenos de amor por los demás, pero la sociedad nos va esculpiendo para enseñarnos que no podemos entregar tan fácilmente eso que llevamos dentro. Nuestra familia y nuestros seres queridos estarán siempre en nuestra lista preferente para entregarles todo ese amor que sentimos. Pero cuando nos enamoramos de otra persona, alguien que nos gusta y con quien queremos tener una relación, ya sea duradera o pasajera, nuestros filtros de seguridad parecen dejar de servir. Ya no estamos tan alerta como antes, porque cuando nos enamoramos hay que dejarse llevar. Este tipo de frases, tan bonitas pero peligrosas, son las que construyen esa falsa realidad del amor romántico en nuestros días, basado en emociones y no en la lógica, en la intensidad y en la locura, en lugar de en sentimientos razonables que nos hagan ver a esa persona como es. Las relaciones tóxicas están a la orden del día, y lo pero es que hemos visto muchas de ellas en nuestras series favoritas.
El amor tóxico en las series
Las series de televisión son uno de los primeros estímulos que recibimos. También está la música y la literatura, como el cine, pero es mucho más fácil encender el televisor de casa y dejarnos maravillar por esas ficciones tan románticas y especiales que nos hacen querer vivir una historia de amor así de intensa, como la de los protagonistas. Cuando se ven desde fuera, esas relaciones son muy especiales, apasionadas, llenas de momentos de tensión pero también de mucho amor. Sin embargo, vivir una relación de ese tipo en la vida real puede ser desastroso, en tanto que no son aconsejables para poder llevar una relación sana con tranquilidad. El amor tóxico ha estado presente en la ficción desde el comienzo de los tiempos y sigue acechando, aunque por suerte las cosas están comenzando a cambiar poco a poco.
Big & Carrie en Sexo en Nueva York
Sexo en Nueva York ha sido sin duda una de las series más emblemáticas de finales de los 90 y principios del nuevo siglo. Sus protagonistas eran mujeres modernas, sensuales y atractivas, con buenos trabajos y con vidas llenas de sobresaltos y aventuras sexuales con hombres de todo tipo. La principal era Carrie Bradshaw, que mantiene una relación de ida y vuelta con Big, un tipo que parece quererla solo cuando está con otra mujer. Su relación es la perfecta ejemplificación de un amor tóxico, en el que dos personas no pueden estar juntas porque se lastiman y sacan lo pero el uno del otro, pero tampoco pueden estar separadas, porque se desean de una manera irremediable. Todo muy bonito en la ficción, pero en la vida real eso es un auténtico desastre.
Ross y Rachel en Friends
¿Quién no deseaba que estos dos amigos terminaran juntos al final de la sitcom más popular de todos los tiempos? A pesar de sus evidentes diferentes y sus continuas peleas, Rachel y Ross eran la pareja favorita de todo el mundo y por supuesto, los productores les permitieron terminar juntos, después de un montón de idas y venidas, y hasta un hijo de por medio. No sabemos si después de ese final Ross y Rachel habrían aprendido de sus errores pasados y ganarían en confianza para mejorar la relación, pero basándonos en lo que vemos previamente en la serie, nosotros no apostaríamos demasiado por la continuidad de una pareja que parece pasar de no soportarse a desearse al máximo en cuestión de segundos, con la inestabilidad propia de un amor tóxico.
Rory & Dean en Gilmore Girls
La dulce e inteligente Rory nació en un hogar especial, siendo criada por su madre y sabiendo lo complicado que era encontrar el amor de verdad. Cuando conoce a Dean todo parece encajar. Es guapo, buen chico, y la adora. Sin embargo, al poco tiempo Dean saca su peor parte, y se convierte en un celoso que no soporta ver a ningún chico al lado de su novia. Un comportamiento tóxico de libro que no debería ser permitido por ninguna chica. Así es que se separan, él se casa con otra mujer pero termina engañándola para volver con Rory. La cosas vuelve a terminar mal, porque es imposible que ambos puedan vivir una relación sana, y lo saben.
Peter & Rebecca en The Haunting of Bly Manor
La última gran sensación de Netflix en cuanto a terror es La Maldición de By Manor, una serie que podría contarse como una historia de fantasmas, o una historia de amor, aunque en realidad, como nos dice su protagonista, ambas cosas son lo mismo. La pareja que forman Peter y Rebecca es el ejemplo perfecto de amor tóxico, con un hombre posesivo y manipulador que se encarga de llevar a su chica a su terreno y es capaz incluso de matarla cuando las cosas no salen como él quiere. Hay mucha pasión, claro que sí, pero no vale la pena sufrir ese infierno solo por pensar que estamos en una obra dramática. La inocente Rebecca se deja llevar por ese torbellino de supuesto amor, lo que acabará por condenarla por completo.